Hoy escribiré en el blog alguna idea o experiencia personal, que a pesar de no ser el propósito original del blog, quizás ayude a poder transmitir algo más allá que tan solo diversos textos extraídos de Internet.
Hace siglos en un castillo al noroeste de Navarra nació un hombre que a través de sus creencias religiosas, comenzó a construir el gran puente que nos une con el país que tiene la suerte de ver nacer primero el sol todos los días del año.
Muchas veces me pregunto que se encontraría este hombre al llegar a Japón, cual fue su primera impresión, que sintió al pisar la tierra nipona por primera vez, cuanto tuvo que luchar para poder romper la barrera del idioma y comunicarse con los habitantes de un país tan diferente al suyo.
La verdad es que debió de ser una extraordinaria experiencia. San Francisco Javier sin duda, bajo mi punto de vista debió ser un gran hombre, con mucho valor, puesto que la época en la que llego a Japón para evangelizar, fue una época muy dura para los pocos extranjeros que entraban al país.
Gracias a la labor de este señor y muchos que le siguieron, ahora podemos decir que conocemos mejor este magnifico país.
Pero realmente, ¿gracias a la globalización podemos conocer mejor este país o lo conoció mejor San Francisco Javier en su época?
Bajo mi punto de vista el país a pasado por diversos periodos en los que por supuesto la cultura ha tenido grandes cambios pero creo que el más radical se dio con la Restauracion Meiji, momento en el que el país tomo rumbo al mundo moderno dejando atrás el feudalismo. Quizás sea muy atrevido decir esto, pero en mi opinión este conflicto entre lo moderno y lo tradicional siguen estando en guerra aun hoy en día. Es curiosa la fusión del país que a pesar de vivir a un ritmo vertiginoso, todavía mantiene su particular cultura viva y activa, en su rutina diaria.
Sin duda todos los cambios no son inoportunos y muchos de estos le vinieron muy bien al país, pero aún así, su cultura tradicional se resiste a desaparecer, así pues se nota una degradación más lenta de sus tradiciones, a diferencia de la culturas occidentales, las cuales miraron al futuro mucho antes que éste país.
Sin duda a mi también me impactaron muchas cosas cuando pise Cipango por primera vez, una tierra anhelada y a la vez admirada, que me trajo muchas alegrías, y que al conocerla más de cerca puede darme cuenta de cuales eran ciertas y cuales no lo eran.
Aún así al igual que lo pienso de nuestra cultura autóctona, pienso que incluso los mismos japoneses hoy en día deberían darse cuenta del país que pisan, y no olvidar de donde vienen ni de lo que son, y sobre todo deben recordar sus propios errores para no volver a cometerlos.
Para no irme por las ramas, diré que agradezco mucho el esfuerzo de personas como San Francisco Javier, gracias a él, cuando estuve viviendo en Yamaguchi puede sentirme como en casa escuchando el repique de las campanas, o puede emocionarme comprobando la traducción que se hizo de la Biblia al japonés, pensando en el esfuerzo que debió de costar en aquella época estudiar esta lengua tan interesante como enrevesada. Me hizo mucha ilusión también poder oír de unos señores del gobierno decir que al venir a nuestra tierra no les daba la sensación de estar lejos de Japón. También he podido sentirme como un niño más hablando en japonés con niños autóctonos los cuales me trataron como a su igual. Relacionarme y interactuar como un japonés más. El placer de escuchar el magnifico japonés de misioneros y misioneras españoles que a pesar de estar en la vejez aun sonríen y se emocionan hablando de su estancia en Japón. Todas estas experiencias y muchas más me animan a seguir trabajando por unir las culturas que llevo en mi corazón, con mis imperfecciones y virtudes a la espalda. Sin esperar nada a cambio, tan solo el poder volver a hablar tanto con niños como ancianos en la lengua que desde niño soñe que algún día hablaría.
Desde este pequeño ladrillo de un puente edificado desde muchos años atrás, con mucho más mérito y esfuerzo que el mío, encomio a todos aquellos que luchan por mantener viva la esencia de sus culturas, y el intercambio pacífico entre ellas. Gracias a este intercambio pacífico y enriquecedor hoy quizás podamos tener la suerte de conocer el corazón y sentido de las cosas en un mundo sobreinformado y saturado en el que es muy difícil seleccionar la información.
Muchas Gracias San Francisco Javier、 y también a tí, papá, que tanto peleaste por mí.
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